Conocía a Angel Deradoorian (Los Angeles, 1986) de su paso por la banda arty Dirty Projectors, durante el cual participó en el notable Bitte Orca (2009), álbum en el que no sólo aparece en la portada, sino en el que su peculiar voz (sumada a las de Amber Coffman y David Longstreth) era buena parte de lo que conformaba el distintivo ADN sonoro del grupo, que fluctuaba en la (no tan) delgada línea que separa el pop y lo experimental. Luego de dejar a DP, se involucró en colaboraciones variopintas con gente tan disímil como The Roots, Flying Lotus, Avey Tare (de Animal Collective) y Brandon Flowers (!), lo que dejaba la puerta abierta para un posible debut en largo (ya había lanzado el EP Mind Raft en el 2009), el cual al final editara el año pasado en el sello indie Anticon. The Expanding Flower Planet deja en claro la ambición de la Deradoorian al ser una placa de carácter ecléctico, aprehensible por instantes y que en otros coquetea con lo avant-garde sobre una base de electrónica, percusiones y sintetizadores diversos, con hipnóticas reminiscencias al kraut-rock setentero ("Beautiful Woman", "Ouneya", "The Invisible Man"), al lado más marciano de lo hecho por notables como Broadcast y Stereolab ("Your Creator", "The Eye" y el tema-título) y uno que otro pasaje en el que se desborda la psicodelia ("Dark Lord", "Grow"). Menciones aparte para "Komodo", de aire barroco/oriental y con un vocal de Angel que haría emocionar a Kate Bush (quizá el momento más "bonito" del álbum en un sentido literal) y para "Violet Minded", el instante más asequible y de mayor aproximación al pop (mi favorito del conjunto), pero al que sin embargo le falta lo que debe tener todo aspirante a hit: un coro para recordar. Creo que es ese último detalle lo que limita un poco el alcance de The Expanding Flower Planet: Deradoorian demuestra personalidad y buen hacer al mezclar sonidos diversos con un nivel de detallismo y excentricidad que la emparenta un poco con féminas modernosas como St. Vincent o tUnE-yArDs, pero su afán de experimentar hace que el disco no tenga picos y se echen en falta temas realmente redondos, por lo que el momentum se ve resentido por tramos (sobre todo en la mitad final). A pesar de aquel reparo personal, ésta es de todos modos una escucha de interés para melómanos de oídos abiertos, sobre todo por la vocación de su autora de no transitar el sendero más fácil (lo cual bien pudo haber hecho) y las virtudes que aquí demuestra, lo cual en próximas entregas y quizá en otro contexto podría resultar en álbumes más logrados y rotundos. Vale la pena igual.
LesterStone
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